domingo, 1 de mayo de 2011

1º de Mayo ROMPAMOS EL PACTO SOCIAL, LUCHEMOS POR NUESTROS DERECHOS



Desgraciadamente, desde el estallido de la actual crisis capitalista, la clase trabajadora y los sectores populares de nuestro país están sufriendo una serie de lecciones dramáticas. Sus condiciones laborales y de vida están siendo golpeadas terriblemente por parte de una burguesía y sus correspondientes gestores políticos que, en un desesperado intento por transitar hacia un nuevo periodo de acumulación, no están dudando en arrasar con derechos históricos adquiridos. Todas y cada una de las medidas que están implementando tienen el mismo denominador común: cargar las consecuencias de dicha crisis sobre la espalda y sobre el futuro de esa mayoría trabajadora.

Sin embargo, todas estas lecciones que los trabajadores y las trabajadoras están recibiendo por parte de los distintos representantes del capital sin duda van a agudizar el desarrollo de lucha de clases, y van a disponerlos en una situación de aumento de toma de conciencia sobre su realidad como clase explotada, que necesita necesariamente elevar el grado de confrontación y de lucha contra todos aquellos sectores que, directa o indirectamente, están participando en el robo cotidiano que se está cometiendo a diario contra el pueblo trabajador.

Con la actual crisis se desploma la falacia que trató presentar al capitalismo como el modo de producción capaz de asegurar un futuro digno próspero y estable, también para la clase obrera; sobre la hipotética capacidad del capitalismo para hacer conciliables los intereses de las distintas clases sociales, e incluso para tender a la desaparición de las mismas. El fraude presentado, en definitiva, a la clase trabajadora sobre el supuesto crecimiento ilimitado que bajo el capitalismo todo el pueblo, independientemente del papel que jugase en el proceso productivo, iba a poder experimentar en sus condiciones de vida, se desmorona irremediablemente. El aumento de la miseria y de la explotación, y un brutal recorte de derechos, constituyen la única recompensa con la cual quienes dirigen el aparato económico y político del estado capitalista pagan los trabajadores y las trabajadoras, buena parte de los y las cuales fiaron su futuro a este discurso, y que ahora sufren las consecuencias en forma de dramática realidad.

Pero la lucha de clases no se detiene, sin ir más lejos, hace pocos días concluyó en Atenas el 16 Congreso de la Federación Sindical Mundial (FSM). En él los sindicatos de clase de todo el planeta (que agrupan a 85 millones de trabajadores en más de 100 países) decidieron extender la lucha de clases y unir a los trabajadores frente al capitalismo mundial. la clase obrera busca constantemente jugar su papel histórico y su emancipación como clase. Resuelve organizarse, enfrentar la dominación del capital y se apresta por tanto a su liberación definitiva, que pasa necesaria y exclusivamente por la conquista del Socialismo y el Comunismo.

Y lo hace así porque comprueba el papel histórico que la socialdemocracia, representada por el gobierno del PSOE, vuelve a jugar como herramienta política que es fiel garante de los intereses de la oligarquía financiera. Ha podido comprobarlo al verla primero negar la existencia de la crisis; después regalando miles de millones de euros del erario público para salvaguardar los beneficios bancarios; más tarde aumentando los precios de los carburantes, de las tarifas eléctricas, o facilitando la subida de los precios de los alimentos de primera necesidad, y todo ello mientras reducía o eliminaba impuestos a la minoría explotadora; posteriormente permitiendo el desahucio de cientos de miles de familias trabajadoras, volviendo a proteger los intereses de inmobiliarias y entidades financieras. También la ha visto privatizar servicios públicos, imponer una contrarreforma laboral que facilita el despido o que precariza aún más el mercado laboral; aplicar una contrarreforma del sistema de pensiones que exige trabajar más años para cobrar menos. Y la está viendo preparar una contrarreforma de la negociación colectiva que, pretendiendo calcular los salarios en función de la llamada productividad, va a aumentar el grado de explotación de la clase obrera en los centros de trabajo.

En definitiva, la dura escuela de la crisis capitalista enseña a la clase obrera a rechazar el grosero engaño al que trata de sometérsela para que siga considerando un gobierno del PSOE como si fuese algo distinto a lo que pueda representar otro regido por el PP. Enseña que ambos no son sino instrumentos diseñados para ir turnándose, a través de los procesos electorales, y en función de la coyuntura política y económica del momento, a salvaguardar los privilegios de una minoría explotadora, y que siempre tienen con estos partidos al frente sus negocios y beneficios a buen recaudo.

Pero la crisis capitalista también muestra el papel que las cúpulas de las organizaciones sindicales mayoritarias juegan en este escenario de crisis. La clase obrera ha comprobado que sólo tras reclamar de forma contundente la huelga general como la necesaria respuesta que había que dar a los ataques de la patronal y sus gobiernos, dichas cúpulas se avinieron a convocarla. Ha visto que dicha huelga general, si no estaba enfocada a ser una jornada que abriera un periodo de movilizaciones sostenido en el tiempo y que aumentase progresivamente el nivel de confrontación hasta derribar todas y cada una de las medidas que los representantes del capital tenían previsto aplicar, iba a terminar convirtiéndose en la antesala de la enésima traición, con el correspondiente engaño a sus expectativas por parte de estos cuadros de mando sindicales cooptados por el poder burgués, y que juegan el papel de desorganizar, desorientar y desmovilizar a la clase obrera con el discurso de la paz social y con la praxis de la negociación a la baja de derechos. Quienes son cómplices a la hora de maniatar la capacidad de lucha de los trabajadores y las trabajadoras; quienes negocian con la burguesía y sus lacayos políticos la rendición e inacción de la clase obrera; quienes representan el papel de liquidadores progresivos de estos derechos, pretendiendo además hablar en su nombre, forman, en definitiva, parte del entramado de dominación capitalista, y como tal deben ser denunciados y combatidos por esa mayoría trabajadora.

La crisis capitalista también ha vuelto a retratar a la Unión Europea como conglomerado de instituciones, profundamente antidemocráticas en el fondo y en las formas que, al servicio de la oligarquía, tratan de recomponer el proceso de reproducción ampliada del capital imponiendo a los Estados miembros todo un paquete de medidas políticas y económicas de carácter social, salarial y laboral que están liquidando derechos históricos. No hay salida ni futuro digno para la clase obrera ni para los pueblos de Europa mientras sigamos sujetos a esta superestructura política creada y desarrollada exclusivamente para servir a los intereses de la minoría explotadora, disputando mercados y zonas de influencia con el otro gran polo imperialista que son los EEUU. La Unión Europea pretende convertirse en la coartada que los partidos del sistema utilizan en su intento por lavarse las manos acerca de las consecuencias de estas medidas, pero olvidan mencionar que son esos mismos partidos del sistema quienes gobiernan las instituciones de la UE y dirigen sus políticas.

La última y clarificadora lección que la clase obrera ha aprendido de la actual crisis capitalista la constituye la bancarrota del reformismo político representado por Izquierda Unida y el mal llamado Partido Comunista de España (PCE), organizaciones que ante el nuevo estallido de las contradicciones del sistema reniegan nuevamente de cualquier método de análisis científico de la realidad, rechazan la necesidad de acentuar la lucha de clases para confrontar hasta su derrota a los distintos representantes políticos y económicos del sistema, y abominan de cualquier discurso y praxis emancipadora para la clase trabajadora que denuncie el capitalismo existente en su totalidad, y no exclusivamente unos “excesos” que, en todo caso, pueden ser aliviados gracias a reformas parciales o a supuestas mejoras “humanitarias” del mismo. Se convierten en cómplices de un sistema cuando, de facto, renuncian a derribar el capitalismo, cuando por buscar acomodo en el entramado institucional burgués desorientan a la clase obrera y al pueblo repudiando la necesidad de luchar hasta la conquista del Socialismo y el Comunismo.

Pero también hay lecciones que extraer en clave positiva cuando las consecuencias de la crisis capitalista se acentúan. Las masas toman conciencia y perciben el análisis y las orientaciones de su Partido, del Partido Comunista, como las únicas que ofrecen una salida cierta al negro futuro que el capitalismo ha dispuesto para ellas. Desaparecen todas las expectativas en cualquier proceso de reformas dentro del sistema. Porque el sistema no está en crisis; el sistema es la crisis, es el paro, es la miseria, es la explotación, y es la perpetuación de un orden impuesto de una minoría explotadora a una mayoría obrera y popular. Y contra eso se dispone a organizarse y luchar, sumándose a las filas de su organización partidaria, del PCPE.

Los trabajadores y las trabajadoras deben apostar en sus centros de trabajo por los Comités para la Unidad Obrera (CUO), verdaderos espacios de acción sindical donde, independientemente de la afiliación a unas determinadas siglas sindicales determinadas, o sin pertenecer a ninguna, se puedan abrir foros de elaboración y prácticas sindicales realmente clasistas y combativas, donde se pueda ejercer con decisión y eficacia la lucha por los derechos económicos ahí donde se manifiesta de forma más evidente la explotación y el robo cotidiano que como clase obrera sufrimos cotidianamente: en el puesto de trabajo

Los Comités para la Unidad Obrera (CUO) están llamados a jugar un papel de aglutinante de los trabajadores y las trabajadoras, de unificador en cuanto al análisis y la acción conjunta de todo el sindicalismo de clase, por encima de siglas determinadas, y sin buscar en enfrentamiento por razón de la pertenencia a cualquiera de ellas, pero sin esconder su oposición frontal a toda práctica de traición o desmovilización, estrategias para perpetuar la llamada paz social como instrumento que intenta frenar el legítimo y necesario ejercicio de la lucha de clases en el plano económico.

Este 1º de Mayo debe manifestarse la actitud militante de una clase obrera que, con su Partido Comunista al frente, sitúe en primer plano una serie de elementos: el rechazo frontal a la llamada paz social como práctica suicida para los intereses de una clase obrera, cuyas consecuencias ya está sufriendo en cuanto a retroceso de derechos se refiere; la necesidad de pasar a la ofensiva, a organizarse y preparar las movilizaciones necesarias para, no sólo recuperar aquello que nos está siendo arrebatado, sino para despojar de sus privilegios a una minoría cuya opulencia descansa sobre nuestras condiciones de trabajo y de vida, cada vez más penosas; y, fundamentalmente, para demostrar la bancarrota definitiva del capitalismo como sistema que nada positivo tiene que ofrecer a una mayoría obrera y popular que, en consecuencia, renuncia a depositar sus esperanzas en cualquier reforma del mismo, y se apresta a combatir por su superación definitiva con la conquista del Socialismo y el Comunismo.